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Atracando a un niño, el colmo de la inseguridad

SANTO DOMINGO Eran las 9:40 de la noche del pasado miércoles 20 de diciembre y mi hijo de 13 años estaba en la galería recostado de una pared con barrotes de hierro que da a la calle, cuando sintió los pasos de alguien en los alrededores.

Se quedó quieto pensando que era su hermano que estaba llegando del trabajo y al voltear la cabeza se encontró con el cañón de un arma apuntándole y un hombre joven diciéndole “cálmate, cálmate”. De inmediato se dio cuenta de que estaba siendo víctima de un atraco.

El miedo se apoderó de él, aunque intentaba mantenerse tranquilo, pues hacia menos de dos meses que este mismo joven nos había encañonado en la marquesina de la casa, justo cuando llegábamos de trabajar. Mi hijo mayor le había aconsejado que si un día le pasaba algo similar que se quedara tranquilo y que le diera lo que pidiera, para que no le hagan daño, y así lo hizo.

Rápidamente le pasó un viejo celular que tenía en la mano y el antisocial lo miró y se lo devolvió diciéndole “dame dinero, no tienes dinero por ahí, en la casa”. Mi hijo rápidamente le dijo que no tenía, y se lo repitió una y otra vez, mientras el delincuente insistía que le buscara dinero.

Los minutos pasaban lentamente y el atracador no daba indicios de irse, se notaba ansioso y ante la negativa del niño sobre el dinero en efectivo le preguntó, desde los barrotes de la galería, ¿con quién vives?, con mi mamá y mi hermano, le dijo y por el temor de que el delincuente se quedará a esperar a que llegáramos y nos atracara también, le agregó rápidamente “ellos vienen tarde, no vienen ahora”.

El antisocial parecía ansioso, lo que mi hijo interpretó como una señal de que tenía miedo, porque además había escondido el arma debajo de su ropa y miraba hacia los lados, pero no se iba.

Tratando de calmarlo, mi hijo le dijo “yo no tengo dinero, pero tengo pan con queso y mayonesa, si tú quieres, es lo único que te puedo dar”, lo que en principio rechazó el joven delincuente, pero luego le dijo “prepárame uno”, lo tomó y se lo comió.

“Yo lo único que quería era que se fuera, estaba asustado y no encontraba que hacer”, me dijo mi hijo llorando cuando llegue a la casa y de manera insistente me decía “nos debemos mudar de aquí, no quiero seguir aquí”. Lo abracé con ganas de llorar por la impotencia, de sentir en carne propia cómo en nuestro país los delincuentes no respetan ni a los niños, y que cada día se vuelve más inseguro.

Más de un mes antes

Presumiblemente, ese mismo joven encañonó a mi hijo de 23 años cuando entraba su vehículo a la marquesina. Llegamos juntos cerca de las 11:00 de la noche y mientras yo daba la vuelta a mi vehículo, él entró a la marquesina y sin dejarle desmontar le apuntó con la pistola y le pidió dinero, igual mi hijo le dijo “coge lo que tú quieras”, le pasó su teléfono, pero el tipo solo quería dinero.

Yo desesperada, mirando la pistola con la que amenazaba la vida de mi hijo, empecé a gritar “un ladrón, un ladrón, ayuda, ayuda”, a lo que mi hermana se sumó, pero en el vecindario nadie salió.

Mi hijo para calmarme me dijo “tranquila mami, él lo que necesita es dinero, tiene problemas y necesita dinero”, momento en que el delincuente aprovechó para decir “es que tengo problema, yo no quiero hacer esto”. Agregó que vivía como a dos cuadras de la casa y que tenía una hija interna.

Luego de entregarle mil pesos se despidió agradecido y se fue caminando tranquilamente como si nada hubiese pasado.

PATRIA REYES

Redacción

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